El 26 de Septiembre de 1960 cambió para siempre la forma de hacer política y de presentarse ante los ciudadanos. Aquel día, un joven Kennedy debatía, por primera vez en la historia de forma televisada, con Richard Nixon. Nixon creía que lo tenía todo para ganar: dominaba la escena política, tenia experiencia y sabía comunicar. Y sin embargo, perdió las elecciones en ese mismo debate.
En aquellos momentos, las diferencias fueron notables: Nixon se presentó con un traje gris y sin maquillar, dando aspecto avejentado en la pantalla, recordemos que aún en banco y negro. Kennedy estaba radiante, con su traje oscuro, su bronceado y su maquillaje. Era la frescura, el saber estar en persona. Nadie recuerda qué se dijo, qué se debatió. Nadie recuerda que las encuestas decían que en televisión había arrasado Kennedy y en cambio, si se había seguido el debate por la radio, donde la imagen no tenía importancia, el claro vencedor era Nixon.
Hoy en día, la puesta en escena tiene más importancia aún. Los debates de una hora no tienen sentido. Nuestros políticos trabajan para responder a nuestros cambios en el consumo de información. Trabajan para ser carne de «memes». 30 segundos que destaquen sobre sus adversarios. Lo que ocurre es que desde 1960 el votante ha cambiado, ha mutado. Ya no necesitamos propuestas sólidas, ni explicaciones, ya no sirve la apariencia, el dar bien en cámara. Porque nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra forma de consumir el ocio, han derivado a la crispación, al chascarrillo.
Y eso es un debate a cuatro: una lucha encarnizada por el zapping del día siguiente, por ser el dominador de los memes. ¿propuestas? ¿debate serio? Ni estaban, ni se las esperaba.
[…] de la ciudad, están enfocados única y exclusivamente en los focos, en los titulares, en ser carne de meme. Cada uno de los asuntos que van saltando a la primera página de actualidad es motivo de agrios […]